Sentimientos encontrados
¡Muy buenos días! ¡Qué alegría y qué ilusión, hoy es miércoles y aquí estoy yo! 😛 Hoy para mí no es un miércoles cualquiera… hoy es muy especial para mí. ¡Hago 2 años con mi pareja! Así que, toca ¡relato! Ponte cómod@, pues ahora te voy hacer sentir entre magia y fantasía, lo que siento al dejarme llevar…
No era una noche cualquiera de esas oscuras sin penumbra alguna. Había una pequeña luz que se colaba por el habitáculo. Se me pasó por mi cabeza ir hacia donde estaba el gentío. Pero no soportaba esos absurdos bailes de salón, donde las señoritingas querían presumir de sus increíbles y majestuosos vestidos. Por lo que me miré al espejo y vi que si me quedaba allí, me convertiría en una de ellas. Me sentía tan aburrida, que decidí aprovechar y observar por la terraza el horizonte tan iluminado por la luna ¡Lo que daría por correr hasta ella! Mi vestido granate de vuelo me lo impedía. Mas mis tacones, tampoco es que ayudaran mucho…
Sabía que no podía escaparme de la fiesta, por lo que tenía que volver a ella en cuanto dieran el brindis, indicando la media noche. Me acerqué a un camarero con la intención de disimular, cuando un joven me agarró del brazo y me sacó a bailar. ¿Pero qué estaba haciendo ese sinvergüenza? ¿Quién le había dicho que yo quería bailar?
Sonó el vals y me ofreció su mano para que yo le diera la mía. Antes le hubiera montado el numerito, pero mi débil mano se agarró a la suya y empezamos a movernos…
Bailaba demasiado bien. No hablaba y eso me gustaba. Su silencio hacía que yo también disfrutara de ese vals. Cuando llegó la media noche, todos iban a brindar y ya me había aferrado a su compañía como de un clavo ardiente se tratara. Pensé que me dejaría para buscar a otra… Pero en lugar de eso, su mirada se clavó en la mía. Mi timidez se apoderó y estaba confusa ante la proposición que me hizo. Cerré los ojos, me cogió en sus brazos y pegó un salto desde balcón de la terraza. Mis cabellos rizados se alborotaron. Suspiré y comprobé que ambos estamos ilesos ante el salto desde tanta altura. Corrimos como dos fugitivos, perdí los zapatos, pero por una vez me sentía libre de la mano de aquel chico. Me tenía conquistada, solo un par de miradas hicieron falta para darme cuenta, que a veces para entenderse no hace falta hablar, pero que con muy poco contacto puede nacer algo muy bello.
Éramos dos cuerpos desnudos frente al otro contemplando la luna. Porque cuando hay confianza y te sientes libre, esa desnudez es la confianza de poder mostrarse como uno es. Me dejé llevar como nunca antes había hecho y volvimos a bailar, sin música, guiada por su espectacular sonrisa. Sus tiernas caricias eran el complemento perfecto para aprender a amar de verdad…
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¡Disfruta del amor!
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